INTRODUCCIÓN
La problemática que se afronta en la actualidad da surgimiento a una nueva tendencia, la economía verde, que se ha visto favorecida por las dificultades que afronta el paradigma económico predominante, debido a la crisis y fracasos del mercado que se generó durante la primera década del siglo XXI (Bittencourt 2012; Chacin, 2015).
Así encontramos que la economía verde es un proceso de acciones y regulaciones por parte del estado y de iniciativas sociales para controlar, minimizar, corregir y prevenir los efectos nocivos de las actividades económicas sobre el sistema natural (EOI, 2010; Lebedev 2015). Hoy en día es una tendencia a nivel global y comienza a germinar en nuestro país. La sustentabilidad de los proyectos con respecto al medio ambiente es cada vez más importante y este tipo de iniciativas va adquiriendo relevancia tanto en el mercado bursátil como en el financiero tradicional.
Una de las principales acciones que busca la economía verde en el contexto del desarrollo sostenible, es la erradicación de la pobreza, de manera que se garantice una mejor calidad de vida, sin afectar los recursos naturales; Paraguay debe enfrentar problemas sociales y ambientales críticos que constituyen los grandes objetivos del desarrollo de los próximos años, esto exacerba las dificultades para asegurar la sostenibilidad productiva y la demanda que implica esfuerzos renovados de adaptación (CEPAL; 2014) a lo que debemos sumarle que tiene un mercado laboral precario (Brugoni, 2020).
El empleo verde permitirá pensar en forma conjunta estos dos componentes, el ambiental y el social, que constituyen dimensiones inherentes al modelo de producción; la posibilidad de realizar una comprensión más integradora del problema, permitiendo la propuesta de soluciones desde una perspectiva más amplia y articulada orientadas a la mejora del empleo y a los de preservación o restauración del ambiente.
DESARROLLO
La última década ha traído una serie de inconvenientes para la humanidad, problemas como el cambio climático, escasez ambiental, la crisis en sectores de vital importancia para el desarrollo como la de combustibles, alimentos y agua, y finalmente al sistema financiero y al conjunto de la economía mundial (Bittencourt, 2012; Martínez., 2015; Junges, 2016).
El concepto de economía verde no reemplaza al de desarrollo sostenible, pero en la actualidad se reconoce que, para alcanzar la sostenibilidad, es necesario cambiar el modelo de economía marrón (Bina, 2013; Riosvelasco, 2016), donde se alcanzaba riqueza sin tener en cuenta los problemas tales como la desigualdad social o el agotamiento de los recursos (Herrán, 2012; Palma, 2016). La sostenibilidad sigue siendo un objetivo vital a largo plazo, y para alcanzarlo es necesario enverdecer la economía (PNUMA, 2011).
La economía verde no es un concepto nuevo, fue introducido en 1984 por Parece, Markandya y Barbier en su libro Blueprint for a Green Economy, donde se define como “un sistema de actividades económicas relacionadas con la producción, distribución y consumo de bienes y servicios que resulta en mejoras del bienestar humano en el largo plazo, sin comprometer a las generaciones futuras a riesgos ambientales y escasez ecológicas significativas” (Zúñiga, 2015; Gasparatos, 2017), sin embargo, el concepto fue introducido oficialmente en Río+20 (UNEP, 2012).
La economía verde, se dimensiona hacia el capital natural, que puede alcanzar niveles de crecimiento y de empleos similares a los de la economía marrón y superarla en el mediano y largo plazo, asegurando mayores beneficios ambientales y sociales en su implementación (Bianchi, 2016; Le Quang, 2015).
Para lograr la transición hacia la economía verde se consideraron ocho sectores principales (Tabla 1) de la economía con capacidad para: disminuir la pobreza, invertir en el capital natural y de su recuperación, generar empleos y mejorar la equidad social, incentivar a las energías renovables y eficiencia energética, la movilidad y sustentabilidad urbana (UNEP, 2011).
Tabla 1.
Sectores de la economía fundamentales para lograr la transición hacia la economía verde.
Fuente: D’Avignon (2011); Gibbs (2015)
En los años 80, en el Paraguay se empezaron a desarrollar con más auge los sistemas productivos agrícolas mecanizados, aumentando así la extensión de los mayores rubros de exportación como el maíz, la soja, la carne, entre otros, en los cuales se reutilizaban los minerales y nutrientes provenientes de los suelos de bosques, que la legislación de la época obligaba al desmonte como condición de dominio de las tierras. La economía verde, hoy en día, se destaca por el impacto que genera en la actividad económica y agropecuaria del país, ya que contempla nuevos modelos de desarrollo sostenible que incluyen prácticas conservacionistas como la siembra directa, la rotación de cultivos, el manejo integrado de plagas, la biotecnología, uso de abonos verdes, entre otros. El sector agropecuario ampliado genera casi el 25% del Producto Interno Bruto (PIB), en los últimos 5 años. En materia de comercio exterior entre el 2008 al 2018, el sector agropecuario ampliado representó el 43,3% de las exportaciones en promedio, lo cual es determinante para los resultados de la Balanza Comercial y desde el punto de vista social, los productores que realizan la actividad primaria (agricultura, ganadería, caza y pesca) corresponden al 46,5 % de la población en el ámbito rural. Aparte de eso, si se le agrega la industria situada en estos territorios, los datos muestran que se llega a un 55 % de los ocupados rurales que están en el área de influencia directa del sector agropecuario y agroindustrial (Bertoni, 2020).
Según Becker (2018), en el proyecto de la Cuenta de las Naciones Unidas para el Desarrollo y dentro del marco de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) se han creado algunos indicadores. Se acordó una lista completa de 97 indicadores; 44 indicadores fueron llamados “indicadores centrales”, estos tienen como objetivo medir el avance en la transición hacia una economía verde, sin embargo es necesario definir indicadores que permitan una evaluación objetiva, para lo cual se ha acordado organizar indicadores en 4 grupos interrelacionados: el contexto económico, demográfico y social para el desarrollo sostenible; la productividad de los recursos ambientales y de la economía; la base de activos naturales, la dimensión ambiental de la calidad de vida y las oportunidades económicas y respuestas de políticas.
Dentro del contexto económico, demográfico y social para el desarrollo sostenible se encuentran el indicador trabajo en el cual se analiza el empleo verde.
El empleo verde considera tres dimensiones conjuntamente: sostenibilidad económica, social y ambiental (Rojo, 2020), por lo que su concepto hace referencia al trabajo de calidad (agrícola, manufacturero, de investigación y desarrollo, administrativo y de servicios) que contribuye sustancialmente a preservar o a restaurar la calidad ambiental. Por un lado, exige que sea un empleo decente y, por otro, que incluya actividades que ayuden a proteger los ecosistemas y la biodiversidad; reducir el consumo de energía, de materiales y de agua a través de estrategias de alta eficiencia; descarbonizar la economía, y minimizar o evitar por completo la generación de todas las formas de desechos y contaminación (PNUMA, 2008).
Según Arriols (2020), se describen dos tipos de empleos verdes según el enfoque de la actividad que realizan:
- Desde el punto de vista del producto: Son aquellos en los que, dicho producto, está diseñado desde un principio para ser «ecofriendly». Es decir, respetuoso con el medio ambiente. Algunos ejemplos que se podrían citar en este apartado serían la alimentación y cosmética ecológicas, el turismo ecológico, o la arquitectura sustentable entre otros muchos.
- Desde el punto de vista de la protección medioambiental: Podemos encontrar trabajos destinados a la protección del medio ambiente sin que la empresa donde se llevan a cabo tenga este objetivo entre sus principales. Un ejemplo de ello lo encontraríamos en el caso de los trabajos que se ocupan de investigar tecnologías que permiten obtener energías más limpias. En este sentido, las energías renovables serían un tipo de trabajo verde que entraría en esta categoría.
Sin embargo, se podría mencionar un tercer tipo de empleo verde, que se caracterizaría por ser una mezcla de las dos anteriores. En este caso, se trataría de trabajos que, tanto desde una perspectiva de producto final como de protección medioambiental, cumplen con las características de ambas categorías. De esta forma, se trataría de empleos verdes difíciles de limitar a una única categoría, por lo que se podría hablar de empleos verdes mixtos.
Según Brugoni (2020), haciendo un análisis sectorial del empleo verde en Paraguay, la quinta parte de la población ocupada se dedica a la producción primaria (también denominado sector extractivo, que incluye la agricultura, la ganadería y otros). Si se analiza el ingreso mensual promedio de la población paraguaya ocupada en cada uno de los sectores económicos, se constata que el sector primario, además de ser el de mayor informalidad, es el que ofrece menores salarios. En términos de calidad del empleo, que es un componente del empleo verde, el crecimiento económico que se genera de este sector no tiene un impacto directo en el aumento de la demanda laboral en el mismo sector. El número total de empleos verdes estimados alcanza los 34.000, es un número muy bajo. En este contexto poco favorable, las principales áreas donde se identificaron actividades que promueven la calidad ambiental y la calidad del empleo son las empresas y los organismos trasnacionales que tienen el mandato corporativo y global de cumplir con certificaciones ambientales y laborales, las centrales hidroeléctricas (que tienen una personería jurídica binacional) y los emprendimientos familiares y cooperativos que buscan su crecimiento al margen del modelo de producción predominante. En definitiva, el empleo verde es un problema de gobernabilidad, los intentos de promoverlo deben operar en la dimensión del conocimiento y de la gobernanza, que permita orientar ordenadamente los proyectos, programas o políticas, para que estén alineados y que se asegure que hasta la más pequeña acción sea un aporte coadyuvante hacia la efectiva promoción del empleo verde para el desarrollo sostenible y que se incorpore en el cálculo de los agentes económicos.
CONCLUSIONES
La economía verde puede aportar al mantenimiento de un ambiente sano y al uso adecuado de los servicios ecosistémicos, tanto para la generación presente como para las generaciones futuras.
La economía verde es una oportunidad para el Paraguay, pero debe intensificar los esfuerzos en la generación de datos científicos que demuestren la sostenibilidad de los sistemas productivos y, por sobre todo, comunicarlos eficientemente al público y en particular a los socios comerciales.
El empleo verde permite interpelar el modelo de producción desde una perspectiva transformadora, en tanto postula la necesidad de combinar los factores económicos, sociales y ambientales, y esa combinación solo será factible si se realizan cambios estructurales.
La inversión y creación de empleos verdes debería ser una política de Estado que apunte a cuidar el ambiente y los recursos renovables de manera que los proyectos, programas o políticas aseguren hasta la más pequeña acción hacia la efectiva promoción del empleo verde en Paraguay.
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