Una crisis global que no discrimina. Ataca a los ricos y a los pobres, a los de derecha, como a los de izquierda, al funcionario público, como al emprendedor, a los jóvenes como a los adultos, a los obreros y a los empresarios, a la salud pública, como a la economía, a la política, a lo social y a lo cultural. Una crisis que nos recuerda que todos somos iguales, y todos estamos conectados.
En noviembre del año pasado alguien tosió, y hoy el mundo entero esta paralizado. Insisto, todos estamos conectados, aunque muchas de nuestras mentes todavía sigan llenas de fronteras.
Esta crisis genera una enorme oportunidad para promover transformaciones profundas, transformaciones estructurales e integrales. Nuestro primer gran desafío será acordar que algo debemos cambiar, que no podemos seguir igual. El COVID-19 representa un gran desastre cierto, el 2020 quedara en la historia de la humanidad, mis hijos estudiaran este fenómeno en sus libros de historia, de ciencias naturales, de economía, etc. Pero, ante todo, al COVID-19 prefiero verlo como “un gran corrector”, una inmejorable oportunidad.
Hace años que el planeta nos viene mandando mensajes, ya sabíamos que debíamos cambiar, teníamos a disposición mucha información sobre las condiciones que nos estuvieron amenazando, de todos los posibles colapsos, hasta que un minúsculo organismo vino a sacudirnos para entender que el cambio no se podía postergar. Pero para que esto suceda, necesitamos un espíritu de cooperación y confianza global.
“Sólo quien es capaz de determinar con precisión dónde está parado, está en condiciones de diseñar su propio futuro a conciencia” Amman, Atxu. Debemos estar capacitados para comenzar a reflexionar y proponer distintas visiones que nos puedan ayudar a construir un nuevo mundo, un mundo mejor del que veníamos viviendo, uno mas justo y más eficiente.
Somos interdependientes. Los problemas mundiales solo se pueden resolver de manera efectiva mediante la cooperación global, no olvidemos que ninguno de nosotros es tan inteligente como todos juntos, es tiempo de utilizar al máximo la inteligencia colectiva y la colaboración global. Ni siquiera la esperanza es un sentimiento individual, tiene que ser producido y sostenido en conjunto, construyendo comunidades, luchando por valores en común.
De un día para otro todos tuvimos que reorganizar nuestro talento humano, nos dimos cuenta, a la fuerza, que muchos procesos podíamos automatizarlos, que mucho podíamos “solucionar desde nuestras casas”.
Debemos repensar el modelo económico y todo lo que conlleve.
En las cadenas de valor, pasar del modelo de que “alguien siempre tiene el poder” a uno mucho más equilibrado, a uno en el cual podamos compartir márgenes, distribuir riesgos, manejarlo con base en datos, automatizado y que la transparencia en cada proceso y operación sea inobjetable.
Repensar los productos y servicios. Imagino en el futuro, que una de las características en la mayoría de los productos será, por defecto, que no retengan virus y bacterias no deseadas, por ejemplo, y que innegociablemente cumplan con los estándares de calidad medioambientales. Los servicios imagino deberán, permanentemente, cumplir con las prácticas de prevención e higiene emanadas por las autoridades sanitarias internacionales.
Vamos a tener que rediseñar todo, nuestra productividad, repensar el proceso productivo, buscar uno con mayor tecnología, un proceso productivo digital, automático, incluir la inteligencia artificial en cada una de las áreas de la producción y diseño. Adaptar la economía mundial a una economía circular.
Un gobierno corporativo y un estado supercargado de personal que no genera valor no nos sirve. Las mismas personas, con las mismas experiencias, tomando las mismas decisiones no nos va a servir para el futuro. Necesitamos un gobierno corporativo mucho más representativo. Necesitamos menos estado y más iniciativa privada.
No podremos solucionar una cosa dejando de lado los demás factores. Debemos buscar una economía más solidaria, como Richard DeVos hablaba en su libro “el capitalismo solidario”. Necesitamos un modelo que cree valor social en vez de solo valor económico, un modelo que redistribuya riqueza en el buen sentido, a través de productos y servicios, que genere inversiones de impacto, debemos llegar a una economía circular de alta ecoeficiencia. Todo esto tiene que dejar de ser promesa y convertirse en realidad.
Necesitamos instituciones más fuertes, que garanticen los comercios justos, que defienda la propiedad privada, que impongan reglas claras, justas y que extinga para siempre a la corrupción e impunidad en todo sentido.
Necesitamos un sistema de protección social que funcione, una justicia independiente y gobiernos que brinde oportunidades a todos sus habitantes, sin dejar a nadie atrás.
Para esta crisis, y para cualquiera que existió y que pueda llegar a existir en el futuro, la mejor defensa que tengamos siempre será la información, y la información necesitamos compartir a nivel mundial. En contrapartida, en esta crisis, y en cualquiera que existió y existirá, el arma mas peligrosa en nuestra contra es la desinformación, y todas las perversidades que trae consigo.
Dada la naturaleza global de la economía y de las cadenas de suministro, si cada gobierno hace lo suyo sin tener en cuenta a los demás, el resultado será un caos y una crisis cada vez más profunda. Necesitamos un plan de acción global.
Actualmente, pareciera ser que una parálisis colectiva se ha apoderado de la comunidad internacional. Parece que no hay adultos en la habitación. Uno esperaría ver a los líderes mundiales elaborando un plan de acción común, yo al menos lo veo muy lejano.
Necesitamos de verdaderos líderes políticos mundiales.
En crisis mundiales anteriores, como la crisis financiera de 2008 y la epidemia de ébola de 2014, Estados Unidos asumió el papel de líder mundial. En esta ocasión, desde mi perspectiva al menos, pareciera ser que la administración estadounidense ha renunciado al rol de líder, o se vio sobrepasada. Pareciera ser que le importa mucho más la grandeza de los Estados Unidos, que el futuro de la humanidad. Debemos esperar que la epidemia actual ayude a la humanidad a darse cuenta del grave peligro que representa la desunión global.
“La única forma de que nos salvemos cada uno de nosotros es que nos salvemos todos al mismo tiempo.”. Podemos elegir cooperar y ayudarnos mutuamente, compartir, dar, apoyarnos o podemos elegir ser egoístas, atesorarnos, cuidarnos solo a nosotros mismos. Si elegimos la solidaridad global, será una victoria no solo contra el coronavirus, sino contra todas las futuras epidemias y crisis que podrían asaltar a la humanidad en el siglo XXI.
En medio de tanta incertidumbre, nace un nuevo paradigma mundial, hay un nuevo mundo que se está gestando, aunque todavía no lo podamos ver con claridad. Es frenar todo y volver a avanzar, esta vez todos juntos. “Todo cambio siempre es duro al principio, parece desordenado a la mitad, pero precioso al final” Robin Sharma.
Todo saldrá bien, todo valdrá la pena. Hay que sostener el esfuerzo, será para algo mejor. La gran oportunidad está ahí, en frente nuestro