Una crisis global que por un buen tiempo no discriminó a nadie. Atacó a los ricos como a los pobres, a los de derecha como a los de izquierda, al funcionario público como al emprendedor, a los jóvenes como los adultos, a los obreros como a los empresarios, a la salud pública como a la economía, etc. Una crisis que nos recuerda que todos somos iguales y todos estamos conectados.
En noviembre del 2019 alguien tosió y después de 3 meses el mundo entero estaba paralizado. Todos estamos conectados, aunque muchas de nuestras mentes todavía siguen llenas de fronteras.
Esta crisis sigue generando una enorme oportunidad para promover transformaciones profundas, transformaciones estructurales e integrales. Nuestro primer gran desafío: acordar que algo debemos cambiar, que no debemos seguir igual. Estamos ante una inmejorable oportunidad.
Hace años que el planeta nos viene mandando mensajes, ya sabíamos que debíamos cambiar y teníamos a disposición mucha información sobre las condiciones que nos estuvieron amenazando de todos los posibles colapsos, hasta que un minúsculo organismo vino a sacudirnos para entender que el cambio no se podía postergar. Pero para que esto suceda, necesitábamos un espíritu de cooperación y confianza global.
“Sólo quién es capaz de determinar con precisión dónde está parado, está en condiciones de diseñar su propio futuro a conciencia” Amman, Atxu. Debemos estar capacitados para comenzar a reflexionar y proponer distintas visiones que nos puedan ayudar a construir un nuevo mundo, uno mejor del que veníamos viviendo, más justo y eficiente.
Somos interdependientes. Los problemas mundiales sólo pueden resolverse de manera efectiva mediante la cooperación global, no olvidemos que ninguno de nosotros es tan inteligente como todos juntos, es tiempo de utilizar al máximo la inteligencia colectiva y la colaboración global. Ni siquiera la esperanza es un sentimiento individual, tiene que ser producido y sostenido en conjunto, construyendo comunidades y luchando por valores en común.
De un día para otro tuvimos que reorganizar nuestro talento humano, nos dimos cuenta, a la fuerza, que muchos procesos podíamos automatizarlos, que mucho podíamos “solucionar desde nuestras casas”.
Debemos repensar el modelo económico y todo lo que conlleve. En las cadenas de valor, pasar del modelo “alguien siempre tiene el poder” a uno mucho más equilibrado, en el cual podamos compartir márgenes, distribuir riesgos, manejarlo con base en datos, automatizarlo y que la transparencia en cada proceso y operación sea inobjetable.
Repensar los productos y servicios. Imagino para el futuro, que una de las características en la mayoría de los productos será, por defecto, que no retengan virus y bacterias no deseadas, que innegociablemente cumplan con los estándares de calidad medioambientales, los servicios deberán permanentemente, cumplir con las prácticas de prevención e higiene emanadas por las autoridades sanitarias internacionales, etc.
Vamos a tener que rediseñar todo, repensar el proceso productivo, buscar uno con mayor tecnología, digital, automático, con inteligencia artificial en cada una de las áreas de la producción y diseño. Adaptar la economía mundial a una economía circular.
Un gobierno corporativo y un estado sobrepoblado que no genera valor, no nos sirve. Las mismas personas, con las mismas experiencias, tomando las mismas decisiones, no nos va a servir para el futuro. Necesitamos un gobierno corporativo mucho más representativo. Necesitamos menos estado y más iniciativa privada.
Necesitamos instituciones más fuertes, que garanticen los comercios justos, defiendan la propiedad privada, impongan reglas claras y justas, y que extingan para siempre a la corrupción e impunidad en todo sentido.
Necesitamos un sistema de protección social que funcione, una justicia independiente y gobiernos que brinden oportunidades a todos sus habitantes, sin dejar a nadie atrás.
Para esta crisis, para cualquiera que existió y que puede llegar a existir en el futuro, la mejor defensa que tengamos siempre será la información y necesitamos compartirla a nivel mundial. En contrapartida, el arma más peligrosa en nuestra contra es la desinformación y todas las perversidades que trae consigo.
Dada la naturaleza global de la economía y de las cadenas de suministro, si cada gobierno hace lo suyo sin tener en cuenta a los demás, el resultado será un caos y una crisis cada vez más profunda. Necesitamos de verdaderos líderes políticos mundiales. Necesitamos un plan de acción global.
“La única forma de que nos salvemos cada uno de nosotros es que nos salvemos todos al mismo tiempo”. Podemos elegir cooperar y ayudarnos mutuamente, compartir, dar, apoyarnos o podemos elegir ser egoístas, atesorarnos, cuidarnos solo a nosotros mismos. Si elegimos la solidaridad global, será una victoria no sólo contra el coronavirus, sino contra todas las futuras epidemias y crisis que podrían asaltar a la humanidad en el siglo XXI.
“Todo cambio siempre es duro al principio, parece desordenado a la mitad, pero precioso al final” Sharma, Robin.